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MIRIAM PARGA - UNA GANADORA EN EL DEPORTE (Y EN LA VIDA)

Hace nueve años, Miriam apenas soñaba con ser competidora. Entrenaba MMA en un gimnasio local cerca de Maré hasta que un día su profesor la felicitó por su voluntad y le preguntó por qué no competía. Mostró interés, pero no sabía por dónde empezar y así fue como este profesor la introdujo en Lucha por la Paz.

Miriam también nos cuenta que ese primer día conoció a Raíssa, actual monitora de judo en Luta pela Paz y amiga: "Mi primer combate fue con Raíssa y me volví loca con ella. Pero después de ese combate nos hicimos amigas para siempre. Raíssa fue uno de los regalos que descubrí aquí en Luta pela Paz. Siempre ha sido una persona extrovertida y maravillosa. Y siempre digo y repito: si a alguien no le gusta Raíssa, no se gusta a sí mismo. Después de eso, viajamos juntas a competir. Ella me apoyó mucho y viceversa.

La joven nos cuenta cómo fue su primer combate y cómo el apoyo de su amiga fue fundamental: "Estaba muy nerviosa, tanto que le dije que sólo subiría si Raíssa subía también y se quedaba en la esquina conmigo. Recuerdo que no paraba de animarme. No sabíamos muy bien lo que hacíamos porque estábamos empezando, pero lo pasamos muy bien. Raíssa siempre me daba consejos. Siempre he sido tímida, pero al principio era aún peor. Cuando tenía la clase de Ciudadanía, que ahora es la de Desarrollo Personal, ¡no abría la boca! Pero Raíssa me ayudó mucho a superar esa timidez, al igual que las clases que nos animaban a participar y a hablar."

Miriam también dice que al principio era muy agresiva y cree que gran parte de su cambio se debe tanto a Luchemos por la Paz como a las amistades que ha hecho en la organización:  


"Antes era muy agresivo. Gracias a Dios ya no lo soy. Entonces todavía no sabía nada bien. Además, cuando llegué aquí yo también era muy, muy tímido. Y me gusta decir que fue con Lucha por la Paz que me desarrollé no sólo en la lucha, sino también en la vida. Yo no decía nada, nada de nada. Venía, entrenaba, participaba en todo lo que tenía que participar, pero no quería abrir la boca para hablar. Por aquel entonces mi profesora de Desarrollo Personal era Rosane y también me motivaba mucho. Ella siempre supo que yo era tímida y callada, y me hizo esforzarme por hablar también. Cuando tenía alguna duda, siempre acudía a ella, le hacía preguntas y hablaba de todo. Hoy siento que ésta es mi casa. Si me dejan, nunca me iré. Bromeo diciendo que sólo me iré si me echan. Aquí es donde encontré a mis amigos. La gente que me da un hombro para llorar, abrazarme, llorar... Aquí aprendí todo eso: a llorar, a hablar, a charlar, todo eso (risas). Aquí es donde aprendí todo y sigo aprendiendo".

Miriam también recuerda que el cambio no ha sido sólo suyo.

La Lucha por la Paz también ha cambiado mucho a lo largo de los años:"Cuando me uní, no había muchas mujeres luchando. Éramos sólo yo, Raíssa, Mara, Rebeca, que era joven, ni siquiera recuerdo cuántos años tenía. Incluso en las propias clases, en general, tampoco había muchas chicas. Y es estupendo oír hoy de mujeres, muchas de ellas, que nosotras fuimos la inspiración para que empezaran. Eso nos da mucha fuerza, porque yo misma he pensado muchas veces en dejar de luchar, pero recibí el apoyo de las demás alumnas y muchas se convirtieron en mis amigas. Hoy hay muchas mujeres que luchan aquí con nosotras, ¡y ése es nuestro mayor orgullo! Algunas vienen sólo por el ejercicio, pero otras vienen con la idea de competir, de llegar más lejos. Siempre que pienso en dejar de competir, no pienso en dejar de entrenar, en estar activa de otras maneras, ya sea como entrenadora o como monitora. Quiero sentir esa misma emoción como entrenador. Porque hoy ya la siento viendo a mis amigos.

Luchamos juntas porque sé por lo que están pasando" Miriam sabe hasta qué punto esta palabra de motivación marca la diferencia:


"Muchos estudiantes sufren de baja autoestima. Por eso siempre tiene que haber alguien que les apoye, que les preste atención. Esto es muy importante. A veces te das cuenta de que una alumna no está concentrada y si le indicas el camino correcto, la cosa cambia mucho. A veces basta con decir unas palabras y ayuda. Recuerdo cuando era más joven, esa palabra de fuerza que me hacía seguir adelante. A veces sabía que ni siquiera era buena todavía, pero me motivaba. Así es como nunca me rendí, ni siquiera como mujer en el deporte. Sabes que ser mujer en este ambiente no es fácil. He oído muchas cosas. Que era una guarra, una machista, que esto no era cosa de mujeres casadas, que tenía dos hijos que criar, que esto no me iba a llevar a ninguna parte. Incluso cuando volví a la escuela, aquí en Luta pela Paz, donde pensé que tendría el apoyo de mi familia, la gente no creía que fuera a llegar a ninguna parte. Me decían que me buscara un trabajo. Me decían ese tipo de cosas, pero nunca les hice caso. Es curioso que hoy en día todo el mundo me anima a seguir adelante".


Mirando atrás, Miriam comprende ahora que su comportamiento explosivo tenía un motivo:


"Crecí sin infancia, sin saber lo que era jugar con muñecas. Desde muy pequeña, a los 8 años, ya cocinaba, fregaba los platos, cuidaba de mis hermanos y hermanas y veía cómo mi padre pegaba a mi madre. Eso era lo peor para mí. No voy a mentir, al principio me uní a la lucha pensando que aprendería a defenderme. Hoy me doy cuenta de que era odio lo que había guardado dentro de mí. Pensaba que un día se produciría esa situación violenta y tenía que saber cómo reaccionar. No pensaba como pienso hoy. Como era la mayor, me sentía la madre de mis hermanos. Hoy sí sirvo de ejemplo porque ninguno de mis hermanos terminó la escuela. Soy la única. Lo he conseguido. Gracias a Dios y a Carol (directora de la Academia Luta pela Paz, aquí en Maré, y antigua alumna de boxeo - una de las primeras alumnas de la organización). Tengo una hermana que acaba de empezar la escuela porque yo la animé mucho. Poco a poco, voy cambiando la mentalidad de la gente".

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