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La lucha de las mujeres por ocupar espacios de poder

Maria Eduarda, asistente de muay-thai en Fight for Peace

Aún hoy, muchas mujeres, especialmente negras, indígenas, quilombolas, faveladas y transexuales, luchan por ocupar espacios que deberían ser de todos, especialmente de poder. Hay diversas formas de opresión, dominación y discriminación que atraviesan estos cuerpos y siguen fortaleciendo un sistema que intenta deslegitimar experiencias y discursos a diario. Uno de los espacios que sigue siendo muy visto como masculino es el deporte, especialmente la lucha y las artes marciales. 

Consciente de ello, con el proyecto Maré Unida, patrocinado por Petrobras, Luta pela Paz trabaja los temas estructurantes de género y sexualidad, raza y etnia y discapacidad para construir espacios seguros donde educadores, niños y jóvenes puedan debatir y aprender sobre cuestiones importantes, siempre basándose en los cinco valores de la organización. Fue en las clases de desarrollo personal donde Maria Eduarda, una joven de 19 años de Baixa do Sapateiro, una de las 16 favelas del Complexo da Maré, empezó a pensar en su derecho a ocupar diferentes espacios, incluidos los anillos y los podios. 

La joven conoció Lucha por la Paz a los 13 años, cuando su madre la convenció de que tomara clases de lucha para desarrollar el control emocional, que era una de sus mayores dificultades. Según Maria Eduarda, el deporte le ha ayudado a desarrollar herramientas de control emocional.

"Fue en el Muay-thai donde empecé a conocerme de verdad. Mi comportamiento ante las situaciones de la vida cambió por completo, mi timidez disminuyó y esto me ayudó a hacer amigos dentro y fuera de la Academia, y mi salud física y sobre todo mental mejoraron mucho", afirma el asistente de Muay-thai.

Con el paso del tiempo, Maria Eduarda se dio cuenta de que este espacio seguía dominado por los hombres, pero todo cambió cuando vio a una atleta de alto rendimiento dando clases a niños y jóvenes. En ese momento, se dio cuenta de que ella también podía ocupar ese lugar. Empezó a competir en 2019, con 17 años, y aún recuerda la sensación de luchar por primera vez. "Estaba muy nerviosa, pensaba que no podría hacerlo. Mi madre también estaba muerta de miedo, pero mi familia me apoyó mucho en ese momento. Hubo momentos de mucha ansiedad y de preguntarme por mi potencial. Fui medallista y gané el campeonato con mucho esfuerzo", dice.

Preguntado por la importancia de Lucha por la Paz, el atleta habla de la mayor diferencia de la organización. "Puedo entrenarme en otros espacios privados, como gimnasios, por ejemplo. Pero entrenar para luchar, hacer amigos, desarrollar el potencial, ser escuchado y escuchar a los demás, vivir experiencias únicas, entre otras cosas, sólo es posible en Luta pela Paz gracias al patrocinio del proyecto Maré Unida, del que soy miembro. Por eso estoy muy agradecida", afirma. 

El proyecto Maré Unida cuenta con el patrocinio de Petrobras a través de la Ley de Incentivo a la Cultura y el Deporte de Río de Janeiro.

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