Entre jabs y golpes directos, Rebeca cuenta su experiencia como boxeadora.
Quien piense que la lucha libre es "cosa de chicos" está muy equivocado. Las mujeres conquistan cada vez más su espacio en los cuadriláteros y demuestran que el sexismo no tiene cabida cuando se trata de deporte. Los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna se celebraron en 1896, y no fue hasta los de Londres, en 2012, cuando se incluyó por primera vez la lucha libre femenina. Esto deja claro que este universo solía estar completamente dominado por los hombres.
Pero las mujeres, incluidas las jóvenes y las niñas, han contraatacado. Rebeca, una joven de 20 años que vive en Complexo da Maré y se ha abierto camino en el boxeo, es un ejemplo de ello.
Llegó a la Academia de Lucha por la Paz por pura curiosidad y se enamoró de la lucha en cuanto vio entrenar a otras chicas, que en aquel momento ya eran competidoras. Decidió empezar las clases y eligió su destino con el apoyo de LPP. Rebeca dice que recibió buenas condiciones para entrenar, como un espacio seguro y cómodo, la ayuda de profesionales cualificados para ayudarla a formarse como atleta, así como ayuda para el transporte, la comida y un pasaporte para las competiciones.
Pero un buen atleta no sólo se forma entrenando, por eso hay clases de desarrollo personal que siguen el modelo de una mesa redonda y hablan de situaciones que afectan directa o indirectamente a cada individuo. Charlas sobre discriminación, ética, seguridad, territorio y otras cuestiones sociales acuciantes. Y así fue como Rebeca hizo buenos amigos y se acercó a profesionales que enseñan mucho más que estafas.
Rebeca empezó a competir a los 14 años, porque antes no había suficientes jóvenes para organizar un campeonato. Hoy tiene una media de 20 combates nacionales e internacionales a sus espaldas, pero aún recuerda la sensación de sus primeros combates. La adrenalina corriendo por sus venas, la respiración profunda, los pensamientos acelerados y el escalofrío en el estómago. Pero estas sensaciones no duraron mucho. En cuanto subió al ring y empezó el combate, su cuerpo y su mente ya estaban entrenados para concentrarse en el momento y darlo todo para conseguir la victoria. Poco sabía que ya era una campeona por ser tan valiente, dedicada y disciplinada.
"Hoy sigo sintiendo que fue mi primer combate, pero ahora tengo el control emocional, la experiencia y la profesionalidad", dice Rebeca.
Esto no es más que el principio de su carrera, y confía en conseguir una medalla olímpica.
Son estas historias las que nos hacen creer que nuestros sueños no son tan imposibles. Con apoyo, una buena estructura y profesionales formados, todo ello, por supuesto, combinado con nuestra dedicación y compromiso, se hace menos complicado alcanzar nuestras metas.
¿Quieres ayudar a Rebeca y a otros jóvenes a alcanzar sus sueños? Haz clic aquí para saber cómo puedes ayudar.